11, Marzo 2022
El traspaso de mando entre Sebastián Piñera y Gabriel Boric ha marcado un hito histórico en la política chilena, con un cambio generacional y de ideologías que ha generado una amplia gama de reacciones. Sin embargo, detrás de la retórica de renovación y cambio, es necesario cuestionar si este evento realmente representa una transformación profunda en la dirección del país o si simplemente estamos presenciando un cambio de figuras en el escenario político.
Por un lado, quienes apoyan fervientemente a Boric ven en su ascenso a la presidencia un cambio radical y necesario para enfrentar los desafíos sociales y económicos que aquejan a Chile. Ven en él la encarnación de una nueva era política, caracterizada por la inclusión, la justicia social y el respeto a los derechos humanos. Sin embargo, es fundamental preguntarse si las expectativas puestas en Boric son realistas o si se trata simplemente de una idealización de la figura del líder.
Por otro lado, los críticos del cambio de mando señalan que, más allá de las diferencias ideológicas entre Piñera y Boric, la estructura del sistema político chileno sigue intacta. Los mismos problemas de desigualdad, corrupción y exclusión persisten, independientemente de quién esté en el poder. Además, existe la preocupación de que el nuevo gobierno pueda caer en los mismos vicios y contradicciones que criticaba en la administración anterior.
Es crucial recordar que un cambio de mando no garantiza automáticamente un cambio de rumbo en la política de un país. La verdadera transformación requiere de cambios estructurales, tanto en las instituciones como en la mentalidad de la sociedad. Si bien es importante reconocer el simbolismo y el significado de este cambio de liderazgo, también es fundamental mantener un espíritu crítico y exigir resultados tangibles en términos de justicia social, igualdad y desarrollo sostenible.
En última instancia, el verdadero legado del cambio de mando de 2022 en Chile aún está por escribirse. Dependerá de la capacidad del nuevo gobierno para abordar los problemas de fondo que enfrenta el país y para construir un futuro más inclusivo y próspero para todos sus ciudadanos. Solo el tiempo dirá si este evento fue realmente un punto de inflexión en la historia de Chile o simplemente un capítulo más en la larga saga de su política.
Rodrigo A. Longa T.