21 de abril de 2025
El mundo despide con tristeza al Papa Francisco, quien falleció este lunes en Roma a los 88 años. Fue un hombre que vino “del fin del mundo”, como él mismo se definió, para cambiar la forma en que millones de personas miraban a la Iglesia: con cercanía, sencillez y un profundo sentido de humanidad.
Jorge Mario Bergoglio, jesuita argentino, rompió moldes desde el inicio. Fue el primer Papa latinoamericano, el primero de la Compañía de Jesús y el primero en elegir el nombre de Francisco, inspirado en el santo de Asís, símbolo de humildad y amor por los pobres. Desde el primer día de su pontificado, su saludo informal desde el balcón de San Pedro —“Buonasera”— marcó el tono de un papado diferente.
Pero los últimos años fueron duros para el Pontífice. Con una salud quebrantada desde su juventud, cuando perdió parte de un pulmón, en los últimos años debió enfrentar hospitalizaciones, dolor crónico y una bronquitis que finalmente lo dejó sin fuerzas. A pesar de ello, siguió cumpliendo funciones mientras pudo, incluso presidiendo la misa de Pascua de 2024 a pesar de cancelar otras apariciones.
Francisco habló de los migrantes, de la ecología, de la compasión, del perdón. Caminó con los pobres, cenó con personas sin hogar y rompió protocolos para abrazar el sufrimiento del otro. En una época donde el mundo parecía cerrarse, él pedía abrir el corazón.
Murió rodeado de oraciones, tal como vivió: con sencillez. Y aunque su silla ha quedado vacía, el eco de su voz, suave pero firme, seguirá resonando en los rincones donde la fe y la justicia aún se buscan.
